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Cronología

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No suena su canción en el rompeolas, dice la gente que ahora es más formal y anda por las calles regalando las rosas que en la vieja Toscana no me quiso comprar. Al verano siguiente nos cruzamos, me preguntó si aún le recordaba sin trombón ni bombín, con sabor a tequila, con una memoria que otras historias bailaba. Nunca me compuso una canción, tal vez solo merezca un par de estrofas, tal vez le llame por su nombre y apellido pero sea otro el que responda. Le quise como a ninguno y él me quiso, pero distinto, jugándomela con las ganas, apagando mis instintos. Tenía cinco minutos libres y quisimos querernos un rato, acabamos riéndonos por los suelos, dos locos demasiado sensatos. Su risa era la de una hiena y su acento, duende y arte. Con inocencia y sin rodeos: “me muero de ganas por besarte”. Jugamos durante tres días a contar las palabras con los dedos, salpiqué de flores su camisa y al día siguiente volvimos a vernos

Tu historia es tan antigua como las reglas del juego (XV)

La verdad puede resultar insoportable, pero aun así nos empeñamos en buscar las respuestas. Tú me acompañas y me sostienes cuando acabo postrándome ante la realidad tras el duelo, incapaz de mantenerme en pie. Siempre sabes aparecer cuando necesito a alguien y no me basta cualquiera; cuando quiero estar sola, pero sola contigo; cuando, por favor, solo quiero tus favores. Me asusta el riesgo que corres al salvarme porque sé que danzarías por el filo del cuchillo y te dejarías caer sin más colchón que una pluma. Pero me asusta aún más el riesgo de querernos a pesar de todo y pretender vivir de nuestras buenas intenciones. Nadie quiso creernos y plantaron muros a cada caso que avanzamos, frustrando nuestros intentos baratos de salvación. No nos dejaron buscarnos ni encontrarnos, pero supimos esperar y escapar de más de una encrucijada. Guardas un as en la manga, un giro en el guión, un cambio de perspectiva que consigue hacerme entrar en razón. Hace tiempo que renunciaste a quitárme

Azabache y nieve

Cuando soy vida en llamas me crecen espinas en la coraza de guerra, me llueven pesadillas, el pavor me encierra, sabe a parafina el amor y huele a gasolina la tierra. El corazón se pone en alerta por actividad volcánica y no hay persona cuerda ni lunática en años luz a la redonda que disfrute bailando entre el magma y las sombras. Enciendo y apago, enciendo y apago, enciendo y apago, pero no funciona. Sigues en las antípodas de mi deseo, sobreviviendo a un hogar en ruinas y fíjate si la vida es puta que lo único que veo es la fachada impoluta. Mi ánimo irresuelto deambula por las calles donde prometimos morir de amor y no de pena, y me pregunto si habrás vuelto al banco de la esquina guiado por alguna luna llena y lo has mirado como yo lo miraba, viendo escapar una vida, temiendo a la pasión atenuada, deseando que no cogieras nunca el taxi y te quedaras  para siempre hasta mañana. Me miro al esp

Pero sigo siendo el rey

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Sube la marea y no hay luna que la pueda hacer bajar. Algo dentro pelea. No debo, no quiero, no me toca olvidar. Una ola más es un castillo de arena menos. Una ola más es un rostro más ajeno. Una ola más es un mar que, más que agua, tiene veneno. Sube la marea y se lleva el café sin hacer, la visita de las siete, el periódico de ayer, el calendario que me miente. Sube la marea y entre las olas, el perfume de su ausencia, el color de mi infancia. De mi vida, la quintaesencia, ahora tránsito y estancia. Si llevo una vida siendo niño cerca del mar, cómo no voy a tener otra para navegar sin naufragar. Pero como el amor de los marineros, los recuerdos me besan y se van. "Amo el amor de los marineros que besan y se van. Dejan una promesa. No vuelven nunca más."