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Mostrando entradas de mayo, 2013

Porque quien encontró el amor no lo buscaba tanto

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Te diré lo que estás haciendo mal: estás buscando en el lugar equivocado.  Estás buscando la felicidad en los demás, el amor en un espejo, la amistad en las multitudes, el éxito en un fajo de billetes, la culpa en las circunstancias, la moral en palabras necias, la satisfacción en el placer, la risa en el escarnio, la suerte en una mano de póker, la fuerza en la violencia, la vida en imposibles... Elige bien donde buscas, ten claro lo que quieres y no te excedas. No indagues en terreno vedado, tarde o temprano todo saldrá a la luz.  Respeta los tiempos de los demás, deja que sean ellos los que te digan "Siéntete como en tu casa" y, solo entonces, podrás husmear en todos los rincones de sus vidas. Tal vez así consigas descoser sus cicatrices, no con intención de dañar, sino de comprender; quizás puedas de este modo compartir brechas e historias, soplar heridas, desinfectar el pasado... Deja de buscar prototipos y empieza a buscar tipos de verdad. Sácate ese estúpido canon

Esto no se enseña, es una forma de ser

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En mis idas y venidas aprendí a dejar de contar los abrazos y a contar más con los amigos que no tienen reemplazo.  Aprendí a superar las primeras impresiones, a saber escuchar y a dejar de dar lecciones. Aprendí a no dejar que la mierda me salpique, a seguir tocando aunque el barco se vaya a pique. Aprendí que la vida sabe mejor si se comparte, que todo se hace más liviano, que lo más vulgar se vuelve arte. Aprendí a no cambiar lo bueno, a contagiar la risa, a dejarme contagiar por el despiste del que improvisa. Como lección final aprendí (aunque sea un sinsentido) que, en realidad, nada aprendí; que todo lo he aprendido.    "Don't give up on the things that make you great."

Aún queda mucho para los 19

"Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco es alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda. Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. El había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammirr, a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había árboles, pájaros y flores preciosas. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada. Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió a la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que es