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De citas

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Un buen amigo en común arregló la cita a ciegas sin ningún “pero” ni pega que tuviéramos aún. Tú no tenías ningún defecto visto o tirita ni ninguna ex maldita, solo buenas referencias y no tuvo mucha ciencia aquella primera cita. Fue fácil aparentar interés por tus movidas, con las pistas escondidas e intención de impresionar. Los defectos camuflar, adaptarme a tu perfil, esconder mi lado hostil, ser la primera impresión que encaja a la perfección con tu idea de redil. La primera, pan comido; la segunda, la verdad: te sobra la vanidad y mi ego se ha perdido. Mi candor no es bienvenido en un mundo de apariencias, tierra plana y pseudociencia, donde cualquier charlatán se vende como Don Juan ocultando sus carencias. Al final, la misma historia: tú no me conoces bien, la idea no es tan fetén y tu oferta no es mi gloria. Tu expresión, premonitoria de que nada alcanzaremos si siempre pierden los buenos: su historial me ha impresionado, su valor, más que aprobado, pero ya le llamaremos.  

Practicando

Seguidilla Chamberga Son las jóvenes almas, los viejos tiempos el miedo al folio escrito tras este invierno. Pasamos y no solo pasamos de fase, pasamos del mensaje respuesta a cómo estás de veras. Copla manriqueña Que la culpa sea mía, pero que no sea yo en persona. El reproche cada día, aquel que ganar creyó se abandona. La mirada que me invita y ese miedo que me para son moneda que suspendida gravita dejando ver las dos caras que se enredan.

Las frases que nunca debió haber leído (XVIII)

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No sé si me habré equivocado de capítulo porque hace tiempo que dejé de contar. Hace tiempo que abandoné los números, las fechas que habíamos marcado en el calendario y la cuenta de las veces que me decías “te quiero”. Ya no me parezco a aquella enamorada, y tú ni siquiera te das un aire al hombre del que me enamoré. ¿Qué alternativas nos quedan para avivar esta historia? Salir, beber, el rollo de nunca, pensar distinto, cambiar el chip, perdernos entre la gente y que seas capaz de encontrarme porque todos los cuellos se giren al verme pasar. En realidad, todo eso que dicen de la pasión, tampoco creo que sea para tanto. Tú siempre preferiste los deportes individuales. Ponerte la capa, hacerte el héroe, entrar y llevártelas de calle a la mesa del reservado. Yo me siento al otro lado de la mesa, pero soy incapaz de seguirte el ritmo. Juegas con ellas y juegas conmigo, pero distinto. Prefiero salirme de la partida y que me busques a la salida. No alargaré mi estancia ni me mol