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RFV

Juguetes de reyes escondidos en los altillos, nietos corriendo por los pasillos, jugando con peleas y gritos y kilos de felicidad en los bolsillos. Tinieblas en los armarios, llenos de abrigos y bolas de naftalina. Más de uno querría ser corsario para llevarse como botín el tarro de porcelana lleno de golosinas. Los males y enfermedades bajo una manta de cuadros cesan y la receta para ser feliz es sentarse alrededor de la misma mesa y aprender a admirar a quien tanto amor profesa. Las gafas colgando de su inconfundible hilera de perlas; recetas de repostería que, solo con verlas, llaman al hambre que no tener decía. Partidas de solitario, juegos de ajedrez, la ternura de la infancia en la mirada de la vejez. Pobre de mí , decía él. Pero no. Pobre de aquel, yo pensaba, que no sabe que esto pasa cuando se es más hogar que casa.

Fugitivos del deber

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Debería quitarme los guantes para cazar razones, sentar la cabeza, dejar de mirar las nubes, no subirme en el ascensor si tú subes ni intentar dar color a los pájaros azules. Debería estudiar para mañana en vez de escribir por el ayer, no guardar el polvo debajo de la alfombra ni jugar al escondite con mi sombra. Debería aprender a cocinar y a firmar un lienzo con precisión milimétrica, dejar de ronear y de inventar comienzos que terminan estrellándose en la vuelta de calentamiento. Debería practicar más la autocrítica que la crítica, sentir autocomplacencia, ser autónoma, ser otra máquina automática más, un autómata que gestiona prioridades con autoridad férrea, sin entrar en divagaciones etéreas. Pero prefiero aprender a decir “te quiero” en vonlenska, ir de corazón en corazón armando gresca, ser una pésima optimista y seguir la pista de todos aquellos que jamás llegaron a su destino. Prefiero se

Causa y efecto de mis canciones

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De la casualidad a la causalidad hay solo un par de letras despistadas. Así podría ser que la casualidad de encontrarte sea la causa de encontrar mi vida desordenada. Aunque sigo siendo una escéptica romántica que espera todo sin creer en nada, que regala abrazos sin usar las manos y aún disfruta bailando sobre el filo de la espada. Con la resaca de las banderas en los balcones y el mar de Agosto agitado en una copa, sigo esperando que escuches al gallego y me veas en cada gaviota. Todavía es demasiado pronto o demasiado tarde para reconocer que me dejaste rota, que fui a por todas en tu guerra y arrasaste con mis tropas. Que hubiera preferido que arrasaras con mis ropas, con mi boca, con mis ideas de loca, incendiando cada palmo de mi espalda que tus dedos tocan. Pero tenemos una invitación pendiente de un año cuyo Febrero no quiero acordarme por ser tan ignorante o tan inconsciente de jugar a enredarme en tus veinte, de i

Ella siempre temió echar raíces que pudieran sus alas cortar

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“Pero es que yo no puedo ser de esos tipos que andan siempre con el corazón en la mano.” M. Benedetti - La tregua Perdóname, pero no voy a hacerlo. No puedo servir otra vez mi corazón en bandeja para ver cómo juegan con él y luego se alejan. No voy a dejar a la vista de todos las cicatrices y magulladuras que después de tantas ausencias y tantos silencios aún duran. No voy a enseñar los silencios que lo habitan, los recuerdos que evita, los anhelos, las fisuras, los amores que lo dejaron roto sin remedio ni cura. No quiero renovar la llaga cuando un amor más me deje un pedazo menos, cuando tú quieras velocidad y yo busque desesperadamente pisar el pedal del freno. Solo quiero un amor que pase de puntillas. Un amor anestesiado, sin dolor ni riesgo ni cosquillas. Insípido, inofensivo, ordinario. No quiero un huracán diario de emociones que me desborden, no quiero el desorden ni el ritmo ternario de un