RFV
Juguetes de
reyes
escondidos
en los altillos,
nietos
corriendo por los pasillos,
jugando con
peleas y gritos
y kilos de
felicidad en los bolsillos.
Tinieblas
en los armarios,
llenos de
abrigos
y bolas de
naftalina.
Más de uno
querría ser corsario
para
llevarse como botín
el tarro de
porcelana lleno de golosinas.
Los males y
enfermedades
bajo una
manta de cuadros cesan
y la receta
para ser feliz
es sentarse
alrededor de la misma mesa
y aprender
a admirar
a quien
tanto amor profesa.
Las gafas
colgando
de su
inconfundible hilera de perlas;
recetas de
repostería
que, solo
con verlas,
llaman al
hambre que no tener decía.
Partidas de
solitario,
juegos de
ajedrez,
la ternura
de la infancia
en la
mirada de la vejez.
Pobre de
mí, decía él.
Pero no.
Pobre de aquel,
yo pensaba,
que no sabe
que esto pasa
cuando se
es más hogar que casa.
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