Me cuesta tanto olvidarte

A cada paso que doy, me acuerdo de ti. No me dueles, no me haces daño, pero siempre estás. Estás cambiado, diferente... ¿dónde está tu energía, dónde tus fuerzas, dónde tus ganas de llegar a la cima más alta? Dicen que ahora prefieres esperar a que el semáforo se ponga en verde; que pierdes trenes; que vives lento, cansado, precavido en exceso; que no eres más que un eterno quiero y no puedo...

Dicen tantas cosas que una no sabe qué creer. Dicen que tardaré mucho en dejar de sentirte en cada movimiento, que no sea impaciente, que me tome con calma la vuelta a la normalidad...  Y yo que no hago más que dejarte helado, que no te ignoro ni por todo el oro del mundo, que te presto toda mi atención, que me dejo aconsejar por especialistas en el todo y la nada. Resulta paradójico que haga todo esto para olvidarte, para que dejes de darme problemas, para que vuelvas a ser uno más.

Realmente envidio a quien nunca te conoció como yo te he conocido. A quien no piensa en ti o, de hacerlo, piensa en ti como en uno de tantos. A quien no se siente limitado o coartado por ti. A quien no ha reducido su velocidad para adecuarse a tu marcha. A quien no dejó de hacer lo que quería porque a ti no te venía bien.

Sin embargo, me gustan los retos y me gusta el drama. No quiero hacer como si tú nunca hubieras sido. Quiero que sigamos escalando juntos hasta resolver nuestros problemas, que nos demos una de cal y otra de arena, que busquemos un objetivo común, que nos machaquemos, que nos utilicemos y que, una vez arregladas nuestras diferencias, no nos volvamos a ver las caras nunca más.

Tal vez, en cuestión de meses, por fin consigamos romper las cadenas que nos tienen atados. Hasta entonces, querido ligamento, cuidémonos y vayamos poco a poco.

 "La verdad, no sé por qué
se me olvidó que te olvidé,
a mí que nada se me olvida."

Comentarios