El equilibrio (no) es imposible

La nostalgia de la lluvia en los tejados
es la lluvia de recuerdos que llaman a la puerta.
Todo lo que te miro con los ojos cerrados
es todo lo que nos decimos sin darnos ni cuenta.

Pero lo que te cuento son historias precocinadas,
exageradas, simuladas, pretenciosas.
Historias de presumir, sobrevaloradas;
parcialmente crudas, sin quererlo empalagosas.

Historias de náufragos y marinos
que comparten barco, pero no parecer.
Tripulantes que reman hacia distintos destinos
y no llegan a ninguno por no querer ceder.

Nosotros sí que logramos ponernos de acuerdo
y perdimos antes el interés que los papeles;
a solo un paso de dejar de estar cuerdos,
al borde de un beso, de un roce de pieles.

En el límite entre la lágrima y la risa
pidiéndonos tiempo y espacio,
no pude evitar que me entraran las prisas,
las inquietudes, los "vísteme despacio",

Ahora, cuando intento dormir,
cuento pastorcillos en vez de ovejas.
Ahora, cuando quiero vivir, 
cojo lo que sobra y lo meto entre rejas. 

Ahora pido tanto a tanta gente
y me ofrecen tanto tan pocos
que prefiero darme con un canto en los dientes
y dejar que otros se vuelvan locos.

Locos por culpar al karma
de su mal y de su bien.
Como cabras por buscar la razón en las armas
y la felicidad en un billete de cien.

Estamos tan confundidos,
tan mezclados y agitados,
que nos damos por perdidos
cuando aún no hemos empezado.

Perdidos sin nada en contra,
sin lo suficiente a favor;
sin huellas, sin lecciones, sin improntas,
sin labios cerrados que se dejan la voz.



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