Soy jardinero de mis dilemas (XI)

Teníamos asientos reservados en primera fila. Pudimos ver al resto de invitados largarse y dejarnos solos de una vez. Cerramos la puerta con llave, para dejar claro que no teníamos nada más que contarles ni ofrecerles. Te miré y agachaste la mirada. Después fuiste tú el que me miró mientras mis ojos recorrían la alfombra. A la tercera fue la vencida y parece que por fin coincidieron nuestras trayectorias, aunque no sé si yo era la que miraba o la que se dejaba mirar.

Aun con la luz apagada habrías notado que algo me sacudía por dentro, que mi imprudencia y mis descuidos eran síntoma de que algo no iba como debería o como yo quería que fuera. Dando palos de ciego, trataste de descubrir dónde guardaba las lágrimas que no dejaba escapar. Me ayudaste a mantener la calma, aunque solo fuera con el roce de las yemas de tus dedos, manteniendo las distancias que nos permitían ir y volver sin hacer ruido ni hacernos daño.

Siempre tuvimos esa forma tan peculiar de querernos. Nos hemos visto en las peores y aún así aquí seguimos, al pie del cañón, dándolo todo por una bocanada de vida compartida. Nos han acusado de ser juntos lo que siempre quisimos ser y nunca fuimos. Nos hemos llorado y nos hemos llevado al límite; ese límite donde divergen tu verdadero tú y mi verdadero yo, tan opuestos y que tanto se atraen.

A mí me atraían tus preguntas y a ti, mis cicatrices. Solo tú sabías qué recuerdo se escondía tras cada cicatriz y siempre respetaste mi decisión de no desenterrarlos. Aunque fueras puro nervio, sabías callar antes de que todo se complicara. Antes de exigirme lo que nunca debí prometerte. Antes de retroceder al pasado y fingir que nada había pasado.

Porque a veces lo que pasa es nada y nada se malinterpreta y se convierte en todo. Creo que así fue como sucedió, que todo fue un continuo malentendido. Tal vez fue fruto de un interés mutuo que confundimos con amor. Puede que juntos los vicios fueran más llevaderos pero ya no; que cada palo aguante su vela.

Porque yo aguantaba todas las preguntas que me lanzabas y las devolvía con un golpe firme de raqueta; así fue que nunca conseguiste un ace jugando contra mí. No te iba a resultar tan fácil dejarme sin palabras, al menos no en ese momento ni de esa manera. No mientras no fueras capaz de hablar en serio por una vez, no mientras fuera el escepticismo el que gobernara tus decisiones.

A veces caminabas unos pasos por delante para que no leyera las dudas en tu rostro, pero la preocupación te desbordaba las arterias. No necesitaba verte la cara, me bastaba con leerte los andares. Yo, sin embargo, siempre lo tuve claro. Siempre supe lo que sabía y lo que no y nunca tuve el menor reparo en reconocerlo. No me importó reconocer que lo desconocía casi todo de ti y dejar caer las preguntas, esperando unas respuestas que se demoraban más de la cuenta.

Pero la espera me dio igual cuando me susurraste al oído el cuento que tanto tiempo llevaba deseando escuchar. Te pedí que no me contaras más, por no hacerlo complicado, pero me moría de ganas de saber cómo terminaba. Sabías que cualquier gesto, por sencillo que fuera, me parecía romántico si llevaba tu firma. Fuiste fiel a tu estrategia y esta vez sí que conseguiste callarme.

Dudamos si someter a las pasiones o entrar en aquel peligroso juego que terminaría por desvelar lo que escondíamos tras la fachada. Aquel juego que nos precipitó hacia la verdad, cuesta abajo y sin frenos. De perdidos al río, en un salto al vacío sin red. Mientras caía, me preguntaba cómo demonios había accedido a recrear contigo aquella escena de Butch Cassidy and the Sundance Kid

En un abrir y cerrar de ojos, dejé de sentir el aire enrarecido por el peligro. Ya no corríamos con el miedo en los talones y pudimos volver a nuestro continuo tira y afloja, a nuestro toma y daca, a darnos una de cal y otra de arena... Descubrí que hay mucha verdad en tus ojos y música en las líneas de tu rostro que dibujo con mis dedos. Que no necesitaba otra versión de la historia ni una nueva melodía. Que estábamos los dos. ¿Y quién necesita más?

Comentarios