Las frases que nunca debió haber leído (XVIII)


No sé si me habré equivocado de capítulo porque hace tiempo que dejé de contar. Hace tiempo que abandoné los números, las fechas que habíamos marcado en el calendario y la cuenta de las veces que me decías “te quiero”. Ya no me parezco a aquella enamorada, y tú ni siquiera te das un aire al hombre del que me enamoré.

¿Qué alternativas nos quedan para avivar esta historia? Salir, beber, el rollo de nunca, pensar distinto, cambiar el chip, perdernos entre la gente y que seas capaz de encontrarme porque todos los cuellos se giren al verme pasar. En realidad, todo eso que dicen de la pasión, tampoco creo que sea para tanto.

Tú siempre preferiste los deportes individuales. Ponerte la capa, hacerte el héroe, entrar y llevártelas de calle a la mesa del reservado. Yo me siento al otro lado de la mesa, pero soy incapaz de seguirte el ritmo. Juegas con ellas y juegas conmigo, pero distinto. Prefiero salirme de la partida y que me busques a la salida. No alargaré mi estancia ni me molestaré en inventarme ninguna excusa para irme antes, porque para ti siempre será pronto.

Seguimos dándole la vuelta a los desastres; a ver si, a base de intentos, las cosas terminan por ponerse en su sitio. Seguimos pistas que nos llevan a fantasmas que nos llevan a volvernos locos, más aún. Tan locos refutables y conectados que sabemos dónde encontrarnos en todo momento, para engañarnos juntos creyendo que todo va a salir bien.

No olvidemos que nuestra vida es una película. Cuando creemos que todo va bien: ese es el mejor momento para que él entre en escena. Quiere que hablemos y me recuerda viejos indicios, discusiones ya olvidadas, errores archivados. Él se acuerda de ti y yo no te olvido. Llorando de rodillas, vulnerable como nunca antes lo había visto, me pregunta si eres verdad, si te quiero ahora tanto como dije y a mí el silencio me desborda los ojos.

Si fueses verdad, su concepto del amor terminaría por matarnos. Prefiero que seas una invención, un arma con la que devolver todo el daño que me ha hecho. Prefiero creerme que le creo y evitarte el daño. Tal vez sea una cobarde buscando salvarte, pero, antes de que cante el gallo, te habré negado y le habré reafirmado a él en su estúpida visión de un amor que ni quiere ni deja querer, un amor dormido que no me deja dormir.

Haría cualquier cosa por perder su rastro, por borrar este capítulo. Finjo que estoy bien y cierro los ojos con fuerza como en un mal sueño. Cierro los puños y los dientes con fuerza, aunque de nada sirva ante la fuerza de la conciencia que golpea sin preguntar. Tú revisas los daños, pero no tienes ni la menor idea del origen del dolor. Hace días que no nos vemos y no, no estoy bien, pero no hay nada que puedas hacer.

¿Que qué tengo? Asco, vergüenza, miedo y ganas, muchas ganas. Ganas de quemar las páginas, de estar contigo. Ganas de que no nos interrumpa cuando tengo la verdad en los labios. Ganas de que seas más que el actor de reparto que me mira desde el marco de la puerta. Ganas de quitarle la venda, de destrozar la fachada, de abrirle los ojos en esta farsa del teatro del mundo.

No quiero dejar nuestro futuro en manos del oráculo de Delfos ni vivir una vida cíclica. Ni su ley ni nuestra paciencia son inquebrantables, pero aún es pronto para actuar. Todavía no tengo respuesta a tus preguntas, o no tengo el valor de decirlas en voz alta. Dame una ínfima victoria porque no estoy preparada para la derrota.


"A tiny victory in the age of anxiety"

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