Verano del 2013 remasterizado



Se acabó. Caput. C’est fini. It’s over.

Puedo decirlo más alto pero no más claro: el verano se acabó. Podéis insistir y seguir con vuestras rutinas estivales pero no, septiembre no es verano. Septiembre es la rentrée, septiembre son vacaciones, septiembre es buen tiempo en Madrid y no tan bueno en Asturias (qué novedad), septiembre es pretemporada para algunos afortunados (sí, afortunados he dicho), septiembre es San Mateo, pero septiembre no es verano.

El verano es algo distinto. El verano es la envidia del resto de estaciones. El verano es el gran ausente de las agendas, el rompedor de horarios, el premio que todos quieren conseguir.
Pero lo mejor no es el verano, sino mi verano y tu verano y su verano. Y nuestro verano. Y el vuestro. El verano de cada uno, el que cada uno va haciendo a su gusto, como los bocadillos del Subway. Espero que hayáis elegido los ingredientes adecuados y que la mezcla no haya sido demasiado explosiva para vuestros estómagos o paladares porque  hay que seguir comiéndose el mundo.

El pistoletazo de salida de mi verano ha sido, como el de tantos, el fin de exámenes; ese día tan temido como deseado en el que uno se siente, independientemente de los resultados, un poquito más libre y mucho más feliz.  Día de salir, de celebrar, de suspirar hondo hasta quedarse vacío, de cambiar el chip, de romperse la rodilla si es necesario, de mandar lo aprendido a la papelera de reciclaje y, por qué no, de reciclarse.

Mi sándwich de verano viene en una base de pan tumaca, directamente desde Barcelona. Y, como hacen en el 100m, también tiene algo grabado, 14 nombres de unos pequeños personajillos que me regalaron sus mejores enfados y sonrisas: Nairol, Iván, Kervin, Mostapha, Nelso, Amel, Yamel, Ares, Gerrard, Kamar, Eva, Daniel, Yahir y Younix. Pero me llevo más que eso: me llevo media canción en catalán, unos cuantos consejos de mis queridos compañeros de monitoreo, la amistad de 6 chicas que me encontré por ahí (casualidad, no sé de donde salieron, aunque había dos que me sonaban), un cuaderno que trata de ser un diario, unos pendientes de poco precio y mucho valor, planes para la vuelta y la voz de un niño que grita a las tortugas. También aprendí que “Amb tu més” (“Contigo más”), que se vive mejor en compañía, aunque a veces uno necesite estar solo y que es mejor servir que mandar y hacer que decir.

Para rellenar el sándwich, una tortilla francesa de esas que recenábamos en Benidorm después de un día de duro trabajo en la playa y discotecas. Allí, además de entregarnos a los vicios mundanos de la juerga y el descanso, también nos dedicamos a las tareas del hogar. Como mérito personal, he de destacar que fui capaz de cocinar media pechuga de pollo y de darle otro uso a la tabla de planchar. En cuanto a los logros como grupo, conseguir que el salón no se convirtiera en nuestra playa particular fue milagroso dadas las ingentes cantidades de arena que cada día pasaban el control de aduanas de nuestro querido décimo E. Por si fuera poco, Benidorm también fue testigo de nuestra valentía al tirarnos de los toboganes de Aqualandia (vale, los dos más altos yo personalmente ni los tuve en cuenta, pero superé las expectativas con creces) y de nuestra hospitalidad al acoger día sí, día también a un puñado de huéspedes de lo más variopinto.

Supongo sabrán que las carnes van mejor con vino tinto y los pescados, con vino blanco. Pues bien, en lo que a nuestro sándwich se refiere, un culín de sidra escanciada en el campo de San Timoteo es el perfecto acompañante. Para aportar ese toque luarqués, esa alegría de vivir. Ese salir por norma y quedarse en casa como excepción, esos bailes en la verbena, esos días de fiesta, esas amistades de tantos años, esos horarios que no hay por dónde cogerlos, esas risas y lágrimas, esos minutos locos en los coches de choque, esas tardes de playa, ese ambiente en el puerto… eso y más.

¿Y ahora? ¿Qué buscamos huyendo del mar hacia la vorágine de la gran ciudad? ¿Qué tenemos ahora que se acabó agosto? Nos queda el olor a mar de la bolsa de playa, los chambrones doblados en el cajón, las promesas de vernos con frecuencia, las carteras vacías, las fotos, las historias, las misiones con mi primo favorito, la arena en los zapatos y las ganas de repetir, más y mejor, el verano que vendrá.

 "Any way you want it, that's the way you need it."

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