Recuérdame que sigo aquí

Anoche me vencieron las dudas,
me ganaron el pulso
los recuerdos intermitentes.
Perdió la batalla
mi razón semidesnuda 
contra un corazón armado hasta los dientes.

Me asaltó el miedo de saber
que todas las palabras que pueda escribir
son pocas
si no acortan la distancia
entre mi cielo y tu boca.
                                              
Recordé viajes
por los peajes de tu cuerpo,
como quien recorre un museo
y no hace más que tropezar
con la mayor de las tentaciones:
Prohibido tocar.

Al menos no nos han prohibido
alimentar a los animales
que nos desbordan
cuando nos ponemos sentimentales
y tiramos la razón por la borda.

Las mismas bestias
que solo salen de caza
cuando el reloj da las doce
y no hay carruajes ni calabazas.
Cenicienta pierde su zapato,
yo te pierdo de vista
y tú te pierdes de la mano con otra,
más guapa pero menos lista.

Pero qué hacer si mi fortuna no medra
y mis silencios fríos
aún llevan tu nombre.
Paradójica existencia la del hombre,
que no se baña dos veces en el mismo río
pero tropieza dos veces con la misma piedra.

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