Y a ver, ahora, ¿quién se anima a parar esta locomotora? (XVI)



Empieza la cuenta atrás. Tres. Dos. Uno. Arde el telón. ¡Feliz comienzo por los aires! Se encienden las luces en el patio de butacas. No me busques, que ya no estoy. No sé si me he ido huyendo o dejándome llevar. Sé que no merece la pena correr tras una quimera. Todo lo que parecía importante ahora es solo metralla, un rastro imposible de seguir, una hilera de pólvora mojada de lágrimas.

No quiero ni necesito nada de pasados independientes o en común. Sé que hubo otras obsesiones, otras espinas, otros pretéritos, pero nunca llegaré a conocerlos realmente. Sé que volverán, porque el pasado siempre llama dos veces. Tiene las armas y las respuestas a las preguntas que no quiero escuchar. Tal vez tiene algo más, pero no estoy dispuesta a caer en la nostalgia de su chantaje.

Algo despierta en estos recuerdos. Una alerta del subconsciente que apunta a punta de pistola a un amor que ya llevaba años muerto. Muerto por desprecio, orgulloso de su incapacidad amar. Un amor que no toca ni acaricia; un amor en camas separadas, en armarios enfrentados, en metas encontradas. Un amor que habla en plural, pero piensa en singular. Un amor que llega tarde al baile, cuando ya no suenan canciones lentas. Un amor precedido por su fama de roto y desbocado.

Un amor contaminado por el ruido y los gritos de afuera. Quisiera pasar por encima y erigirme como portavoz de quien más quiere y menos puede. Quisiera celebrar que, por una vez y sin que sirva de precedente, a nosotros nos basta con querer. Nos basta con querer, pero decir te quiero se me queda corto. Prefiero callarme y que me concedas el beneficio de la duda. Prefiero vivir calada: llorar contigo, empaparme en el mar, inundarte el alma. Quitarte la culpa que no te pertenece y descubrirte que estás vivo, que no es poco. Recuperar la energía para poder hacer la pregunta de “¿quieres cansarte conmigo?” mezclando valentía e inconsciencia a partes iguales.

Hacerte la pregunta sería pedirte que saltes conmigo al vacío y tú prefieres poner nuestro amor en espera. Esperar, nada más. Volver a la distancia, a la nada de antes de ti. A la dificultad para distinguir si era ficción o realidad. Tú no recuerdas nada de esos días, pero me miras como si lo recordaras todo. Como si siguieras queriéndome de la misma manera. Entonces, ¿por qué otra vez? ¿por qué hablamos en pasado? ¿Por qué no encontramos la manera de borrar ese pasado inundado de dudas?

Me pregunto qué habré visto en ti para no poder olvidarte; qué habrán visto otras para encontrarte tan irresistible. No entiendo nada y tú nunca llegarás a entenderlo. No te culpo, jamás supiste ponerte en mi piel. Me tengo miedo. No sé cómo he terminado aquí ni así. Solo sé que hubo un momento en el que pensé que no volvería a verte más. Te contaría la película de que vi pasar mi vida en fotografías, pero lo único que vi pasar fueron mis días contigo. Los días en que fuimos lo que odiamos: ese tipo de parejas que incomodan a quien las acompaña. Los días de bailes reposando mi cabeza en tu pecho. No sé si las tuyas eran formas de conquistar a una dama, pero lo conseguiste. Ni siquiera sé si soy una dama; solo soy una chica delante de un chico pidiéndole que no le venda una historia de amor con fecha de caducidad.

Tal vez sí que podamos ser felices. En cualquier parte menos aquí, en cualquier momento menos ahora. Quizás venir aquí no ha sido la mejor idea. Deberíamos hacer las maletas y largarnos con la vida en los bolsillos. No decírselo a nadie hasta que estemos lejos, más perdidos, pero igual de perdidamente enamorados. No quiero dejar pasar un día más sin salir a buscar las respuestas y encontrar la salida de este plató de película de miedo. 

Última llamada, pasajeros al tren. Oportunidad única para viajar a cualquier lugar mejor, esta es la nuestra. No llevo nada de equipaje, pero no cambiaría esta nada por nada. Sonrío porque te tengo y porque compartimos vagón y ventanilla con vistas a algún lugar lejos de aquí. Porque ahora hablo el idioma de los besos que nos damos cuando no podemos más que sonreír. Puede ser que tuvieras razón cuando decías que siempre consigo lo que quiero, porque lo único que quiero eres tú. 

Volvemos y estás aquí conmigo, pero también estás ausente. Aun con todo el caos de voces, nombres y olas rompiendo la costa, es tu voz la única que escucho en mi cabeza. Desgraciadamente, he pasado mucho tiempo escuchándola solamente en mi cabeza. Perdóname, háblame, mírame a los ojos como antes. Si es lo que quieres, puedo tratarte como un desconocido: abrirte la puerta al pasar, tratarte de usted, preguntar qué tal con indiferencia o fingir que no me muero de ganas de que me perdones. 

Está empezando a escasear el sentido común. Los malos juegan a ser buenos mientras los buenos fingen ser malos. Estamos todos encerrados un laberinto de miedos y heridas que no dejan de crecer. Nos caemos buscando la salida, nos dolemos, gritamos en balde y volvemos a caer. Eres tú quien nunca quiso ser un héroe ni supo mantener la cabeza fría. Eres incapaz de hacer daño a nadie. Has llegado a salvarle la vida al enemigo y ahora no estás dispuesto a negociar. Créeme: no creo que para mí las cosas pudieran haber acabado peor. Nunca quise entrar en este juego de provocar crímenes para luego evitarlos.

No recuerdo haberte invitado a volver, pero te sienta bien llevar el mando. Cada vez que vuelves, eres alguien nuevo. No necesito nada más que eso. No quiero que seas mi todo, porque no quiero poseerte. Has decidido ahorrarte ciertos detalles y te lo agradezco. Tal vez nos dan igual, tal vez sí que buscamos lo mismo después de todo. Lo mismo sí que me importas, aunque no te des cuenta hasta qué punto.  Al volver, levantas de nuevo un temporal de dudas. Se abren puertas, pero esta vez no parecen llevarnos al precipicio. La música in crescendo; nuestra sonrisa también creciendo, abriéndose tímidamente, intentando abarcar el máximo posible, pero disimulando para no cantar victoria antes de tiempo.

 "I didn't know that I was starving till I tasted you."

Comentarios