Cada recuerdo que fuimos echando en el fuego (XII)

Déjame estar equivocada contigo. Déjame que crea que sigues siendo el mismo al que confesaba mis secretos mientras jugaba con el último botón de su camisa. Déjame que te imagine mirándome con la cabeza echada hacia un lado, buscando que te enseñara un nuevo perfil.

Recuerdo a la perfección cada frase mía que tú terminabas, cada mirada mía que leías, cada sonrisa tuya tras convertir mi no en un . Porque siempre encontrabas la manera de conseguir lo que te proponías y te gustaba meterte en la boca del lobo.

Recuerdo lo que siempre me dije. Que nunca es tarde si es contigo porque no está mal vivir de ilusiones. Que peor vive quien tilda de falsas todas las esperanzas, quien vive sometido a sus deberes. Que a mí también me llama el deber, pero tú me gritas más fuerte y me miras con esos ojos que no puedo dejar de mirar.

Déjame que te recuerde así, buscándome como un loco entre las miradas que inundan los pasillos y encontrándome antes que cualquier otro. Aprendiendo a querer y a ser correspondido. Sintiendo algo, aunque no sea un "lo siento". Alargando los silencios que dicen más que las palabras; palabras que, a fuerza de ser repetidas, han perdido todo su significado.

Recuerdo que un tiempo después andábamos preguntándonos qué había pasado. Cómo habíamos acabado así. Cómo era posible que ahora, mirándote a los ojos, cambiase mis te quieros por mentiras. Por qué ya no éramos los de antes. Desde cuándo renegábamos de nuestros abrazos y nos pedíamos tiempo a solas; tiempo indefinido y cuanto más, mejor.

Dejamos nuestros sentimientos puertas para adentro, olvidados en aquella habitación. Se mezclaban los sentimientos con las dudas y yo siempre supe aprovechar el espacio que dejaban para jugar a tus espaldas. Jugar al despiste mientras el tiempo apremia, seguirnos la corriente y dejar nuestras culpas abandonadas en cualquier lugar.

Recuerdo que antes me dejaba llevar, pero mis caminos nunca llegaban a Roma. Que tu teoría no era aplicable a mi práctica. Que teníamos un sexto sentido en común y sabíamos cuando algo no marchaba como debía. Que sabíamos si nos mentían o si nos interrumpían intencionadamente, pero nunca era suficiente para borrarnos la sonrisa de la cara.

Éramos la mejor pareja que nunca tuve el gusto de conocer. Nos invitaban a entrar en casas ajenas llenas de preguntas y nos devoraba la intriga, pero no queríamos llamar la atención. Solo buscábamos al dueño de aquellos recuerdos, para que nos ayudara a no olvidarlos jamás. El dueño de aquellos minutos eternos en los que nos cogíamos de la mano y nunca nos soltábamos.

Porque eras la persona que esperaba e hiciste que la espera mereciese la pena. No me importaría conocerte de nuevo, como si nos hubieran presentado por primera vez. Mirarnos tras las máscaras y, poco a poco, ir descubriéndonos de nuevo. Quererte en cada suspiro y tener de nuevo ese miedo a perderte. Llorar por ti o porque ya llegó la primavera. Que seas mi punto débil, como tanto tiempo fuiste.

Ahora trato de dejarte las cosas claras, de decirte lo que pienso y ocultarte lo que siento, pero tú siempre consigues ver algo más y darle la vuelta a todo. Convencerme de que eres tú, que lo fuiste y lo serás siempre. Que fuiste tú quien me hizo ver las cosas de otra manera, que me enseñaste a entender otros puntos de vista y me quitaste la venda de los ojos. Que me convertiste en alguien más sensible y más confiado, que me ayudaste a dejar de tener el control sobre todo y a desconocer cuál sería mi próximo movimiento. Que me enseñaste que podría engañar a todo el que quisiera, pero nunca a mí misma.

Porque no temo al exilio si es contigo. Qué pronto echamos raíces y qué poco equipaje necesitamos para viajar juntos. 


"¿Cómo pudiste hacerme esto a mí? 
Yo que te hubiese querido hasta el fin. 
Sé que te arrepentirás."

Comentarios