Jugar con fuego

Andamos ciegos y a tientas; nos enfriamos por dentro y nos creemos de hielo. Y para solucionarlo, buscamos el calor y la luz del fuego.
Pero somos exigentes y no nos vale cualquier fuego; queremos un fuego que prenda rápido y dure mucho, que no contamine, que no absorba toda nuestra atención, que desprenda olor a hogar...


Podemos optar por aquella vieja caja de cerillas, en cuyo interior apenas queda un fósforo. La última cerilla que nos resistimos a utilizar y que conservamos sin saber muy bien para qué. Cerilla que usamos más por costumbre que por otra cosa, que nos quema mientras se consume,  que amenaza con no dejar rastro ni huella.


Existen otras personas, más racionales, que prefieren los mecheros. Los mecheros, al mismo tiempo que ofrecen la luz y el calor de su fuego, se dejan abrazar, sostener; podríamos decir que se dejan querer. Solo necesitan un poco de gas, un aliento de confianza, para ofrecer todo lo que tienen.


Vendrán también otros más "originales" que propongan el método de frotar dos palos o dos piedras para hacer fuego. Todos hemos oído hablar de ello; está bien saber que existe, que en caso de apuro podríamos recurrir a ello, que en algún lugar del mundo hay alguien haciendo una hoguera a la antigua usanza. Pero lo cierto es que sería la última opción a escoger, la más desconocida e improbable.


"Fuego. Si tú tienes frío, el mío te lo entrego
Si escupo fuego, es porque eso es lo que me nace."

Comentarios