Basta ver el reflejo de tus ojos en los míos (II)

Retomando una vieja historia...

Cómo me gustaba verte desfilar al filo de la navaja y sacarte de apuros, aunque en escasas ocasiones supe cobrarte mis favores. - "Quid pro quo, ya sabes; hoy por ti y mañana por mí." Pero tú hacías oídos sordos. Siempre pensaste que eso de la reciprocidad era una idea de locos y parecía que te gustaban más las proporciones asimétricas en esto de dar y recibir ayuda. Que yo sí pero tú no, que mejor mañana, que la prisa es mala consejera...

Eras el perfecto héroe épico: noble y luchador, firme en tus ideas, defensor de la justicia... pero con una visión distorsionada del mundo. Te convenciste de que había un complot para acabar con tu suerte, una alianza del universo y los astros en tu contra, una conspiración de todo el planeta para borrarte del mapa... No supiste aceptar que el problema nació por no saber jugar tus cartas o por jugar con la pareja equivocada.

Y como todo héroe, tenías tu talón de Aquiles: nunca supiste irte. Lo intentaste de muchas maneras y por muchas razones; pero siempre había algo que terminaba por traerte de nuevo a mi lado, como un yoyó, como una cinta métrica, como si tú fueras río y yo mar, como si no hicieras más que caminar en círculos.

Fueron tantas las despedidas y casi nunca tuvimos el valor de decirnos adiós mirándonos a los ojos, vidriosos y empapados de sueños. Tal vez, en el fondo, sabíamos que no era un adiós, sino un simple hasta pronto.

La primera vez que amenazaste con marcharte habían cambiado las tornas y por primera vez eras tú el que se debatía entre el debo y el quiero. Traté de quitarte un peso de encima, de ponértelo fácil para que te marcharas, pero tenías ese don de leer más allá de lo que mis labios decían. Porque no te dije lo que quería decirte ni quise decir lo que te decía, pero quién era yo para cambiar a alguien... quién era yo para cambiar a alguien como tú.
Tan pronto como acabé de escupir toda esa falsa palabrería cambié de opinión y decidí lanzar un órdago, disparar mi último cartucho... Pero lo único que conseguí fue un quiero y no puedo, un "seamos amigos", un "te llamaré"...

Con la excusa de aquella maleta que dejaste olvidada, salí corriendo a buscarte. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero con aquella despedida rompimos todos los tópicos. Por fin nos dijimos las cosas claras y juntamos el valor suficiente para mirarnos a los ojos, pero de nuevo se entrometió en nuestra historia el continuo tira y afloja entre el quiero y el puedo. Te disfrazaste de manzana en el edén y me agarraste de la muñeca, de la cintura, del pelo, del vestido... Cerré los ojos y me marché: sin decir nada, engañándome, sin apenas mirarte, excusándome.

La tragedia truncó tu marcha y te vi como nunca antes te había visto: vulnerable, indefenso, frágil... e irresistible, aún más si cabe. -"Déjame intentarlo, déjame entenderte." Pero no había manera de que entraras en razón y cada intento por ayudarte no hacía más que volver más insalvable la distancia que nos separaba. Me moría por recortar esos malditos centímetros, por poder abrazarte sin consecuencias fatales, porque trataras de entenderme como yo traté de comprenderte a ti. 

Sentí ser yo quien te abofeteara con la realidad en la cara, pero necesitaba ver una reacción en ti. Era tu turno de mover ficha, de rebajarte el orgullo, de dejarte ayudar. La pelota estaba en tu tejado y no era el momento de ponerse a lanzar piedras sobre él. Y el portazo sonó como un sueño desplomado, como mil copas resquebrajadas, como un "no" sin marcha atrás...

Tu pseudo-autonomía te llevó de nuevo por el camino de los vicios y caíste en dosis de violencia para dejar escapar la rabia. Mientras tanto, yo te miraba; no te recriminaba nada, no te ayudaba, solo te miraba. Me gustaba mirarte. Siempre, a todas horas, una y otra vez, sin pestañear, sin perderte de vista, olvidándome de lo demás. Mirarte... qué tontería, ¿no? Pero hay tonterías que duran toda una vida.

Entre tanto se acercaba otro hasta luego camuflado tras un adiós. Se cree que hay ciertas historias destinadas a extinguirse y por mucho que se avive el fuego, la leña terminará por consumirse. Pero los grandes sucesos no nacen de la resignación y me resistí a aceptar que ese fuera nuestro final. 

Esta vez, guardaste un poco el orgullo para venir a despedirme. -"¿Te vas?" pregunté. -"No te vayas." supiste entender. Me resultó difícil aguantar cerca de ti mientras me ofrecías una nueva vida disfrazado de tentación; no es fácil pensar a escasos centímetros de ti, ni siquiera es fácil respirar con normalidad. Por cada lágrima que me secaste cayeron diez más y el simple olor de tu perfume era suficiente para hacerme temblar. 

Querías que eligiera, que tomara una decisión. Y yo lo único que quería era quedarme así para siempre, a menos de un palmo de ti; mirándote a los ojos sin decir nada, sin elegir, sin siquiera besarte, sin reprocharte que me hicieras decidir... sencillamente mirándote a los ojos.

"Love was kind, for a time
but now just aches and it makes me blind.
I must live with my quiet rage,
tame the ghosts in my head."

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