Pero cómo explicar que se vuelve vulgar al bajarse de cada escenario

Lo conocí en un convite,
un dandi de los que ya no quedan.
Destilaba elegancia por los cuatro costados,
llevaba monóculo y chistera.

Guardaba su pitillera de oro blanco
tras los galones de la pernera
y lucía, en vez de corbata,
anudado un pañuelo de seda.

En su chaleco de piqué marfil
escondía una petaca de plata
y la reacción que provocaba
en las damas era de traca.

En el bolsillo de su levita
asomaba un blanco pañuelo,
y andaba por la vida
como un niño con zapatos nuevos.

Conseguía con una mirada
lo que otros ni con mil halagos.
Me mataba guiño a guiño,
con cuentagotas, sin reparos.

Pero al cruzar la puerta de salida
como cenicienta a medianoche
cambiaba el disfraz de gentleman
y solo conservaba el bigote.

"Tengo un trabajo de siete a seis, soy autómata en un taller,
pero llego a mi piso y me ilustro muy bien con Pasolini y con Molière.
Libertinaje con libertad siempre trato de no confundir,
pero el vino francés y la nouvelle cuisine me transforman en sensual y vil."

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